Aquella tarde del primer día de marzo, en compañía de mis amigas Juani y Margarita, habíamos quedado para visitar el molino que el tío Laurencio tenía junto a la presa del río Pirón, anduvimos largo rato por un camino que mas parecía una senda cubierta de plantas aromáticas, el olor del cantueso y el tomillo se mezclaba con el de la resina, su perfume nos cautivó. Cogiendo una ramita de aquí y otra de allá, sin darnos cuenta, el sol que doraba las copas de los pinos se fue tiñendo de gris oscuro, el viento empezó a mecer suavemente sus ramas. La tormenta se acercaba cambiando el pausado aire en ciclón de lluvia y arena. Vapuleadas como mariposas atrapadas en el torbellino regresamos a casa hechas un adefesio.
Esa noche, rugió el viento como un tigre en la espesura, sus garras salieron de entre las nubes y marcando su poderío, rompió el cristal de mi ventana, quise cerrarla y no pude, ante la inesperada visita, de nada sirvieron mis rezos ni lloros. Él, que es fuerte y libre como nadie siguió grabando sus huellas, suaves cuando descansa e irascibles cuando se enfada.
Nos invitas con el perfume de tu relato a recorrer la senda que tan bien describes. ENHORABUENA!!!
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