Al abrir los ojos no supo dónde se encontraba. Parecía un
centro sanitario a juzgar por la blancura de su entorno, pero ignoraba qué le había
ocurrido para estar allí. Intentó girarse y un intenso dolor a lo largo de la
pierna derecha activó su memoria: un conductor lo había atropellado con su
coche al no respetar el paso de peatones por donde él cruzaba.
Nada más recordaba, pero el hecho de encontrarse
hospitalizado le hizo intuir la
importancia de las lesiones. De nuevo intentó girarse y el dolor volvió a
aparecer. Sospechó alguna rotura de huesos y la idea le provocó gran angustia.
No por la lesión en sí, sino por las consecuencias.
Viudo desde hacía un año, vivía solo y su situación
económica dependía de la librería que regentaba y que ahora nadie podría
atender. No eran muchos los ingresos, pero jamás había podido vender otra cosa
que no fueran libros. Ellos habían sido siempre su razón de vivir y ahora...
Olvidando el dolor y con gran esfuerzo, se colocó sobre su lado izquierdo y
rompió a llorar desconsolado. Miró por la ventana que tenía enfrente y al ver
que el viento barría las hojas caídas, pidió al Dios que todo lo puede, que algún
viento barriese también sus penas.
Hola, María, bienvenida a este pequeño club de letras. Me ha gustado mucho tu relato, es desgarrador, pero es muy bueno, pues viajas al fondo de las emociones de un hombre desesperado de una manera certera y clara. Espero leerte más por aquí. Un abrazo.
ResponderEliminarImpactante y emotivo relato de un hombre golpeado por la incertidumbre y la soledad. Me gustó mucho.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con is amigas Rosa y Valentina: desesperación, soledad,incertidumbre..., y se agarra a algo que ya no depende de él...
ResponderEliminarTambién te doy la bienvenida a nuestro pequeño club y veo que los Nietos somos mayoría.
María, ¡cómo haces sentir la desesperanza de tu protagonista! Impactante.
ResponderEliminarComo te han dicho todos, ¡Bienvenida!
Todo un placer leerte.