Empujó la puerta giratoria con decisión. Era su primer día y pisaba fuerte, le habían contratado con un objetivo claro. Una vez realizada la reestructuración de plantilla que evitaría una bajada de beneficios, cruzaría esa misma puerta en sentido contrario y prestaría sus servicios en otra empresa.
Mientras esperaba al ascensor se encontraron, aunque él, al principio, no le reconoció.
̶ Vaya, ¡pero si es Evaristo Valiente!
Y fue ahí, al oírle pronunciar las uves con esa intensidad, como cuando inventaba rimas con su nombre, cuando le recordó. La condescendencia que le trasmitió su palmada en la espalda, le trajo a la cabeza las risas con que le coreaban, entonces, todos sus esbirros.
̶ ¿Y, se puede saber, qué te trae por aquí? No me digas que trabajas con nosotros.
̶ Empiezo hoy. Soy el nuevo gerente.
Notó cómo palidecía al darse cuenta de la transmutación del niño apocado a costa del cual tan buenos ratos había pasado. Salvó la situación como pudo:
̶ ¡Vaya! ¡Bienvenido! Qué recuerdos, ¿verdad? Éramos solo unos chavales.
Y así se despidieron.
Evaristo sacó la agenda y el bolígrafo y, mientras el ascensor le llevaba a su despacho en la sexta planta, anotó en la columna de bajas el primer nombre: Antonio Carbajal.
Muy bueno, hay personas que no olvidan, aunque fueran niños
ResponderEliminarLa controversia está servida ya con el título de tu relato. El relato en sí nos ofrece la posibilidad de posicionarnos. Intuyo tu subjetividad en el último párrafo. Me ha gustado mucho toda la narrativa de la escena desde que empuja la puerta giratoria hasta que saca la agenda.
ResponderEliminarMagnifico Alicia. Muy cinematográfico . Yo he visto la escena perfectamente retratada por tus palabras. Sería un corto muy bueno. De momento , mientras algún director lo descubre y lo lleva al cine, disfrutamos del relato. Enhorabuena!!
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