Manuel estaba hipnotizado con las prestaciones de los primeros ordenadores de mesa. Decía que eso era el futuro, a pesar de lo lentos y caros que eran.
Con el paso de los años fue evidente que razón no le faltaba. Visitaba las exposiciones y los países que le gustaban sin moverse de la silla y hablaba con sus hijos que vivían lejos, viéndolos. Tenía la sensación de que el mundo estaba en sus manos.
Para celebrar su 50 aniversario de boda, le regalaría a Eloísa un fin de semana en París. Se volvió loco buscando hotel y vuelo pero lo consiguió; reservó y pagó, también la comisión de gestión por el trabajo que él mismo había hecho, cosa que le puso de muy mal humor y se enfureció aún más cuando se topó con el reverso del cuento de la magia del ordenador.
Al presentarse en el aeropuerto, comprobó que no había cambiado las fechas que el sistema proponía y los billetes eran para el fin de semana anterior.
Los ordenadores, de momento, solo obedecen órdenes. Espero que en un futuro corrijan nuestros errores amablemente. También que no nos estafen. Pero no sé, supongo que dependerá de lo amable y honesto que sea el ingeniero que vaya a diseñar el modelo de ordenador.
ResponderEliminarMuy buen relato, Belén. Me ha encantado.
En fin, Belén, mucha gente cree que es lo mismo conectarte que experimentar, que nuestros sentidos viven con la misma intensidad ambas cosas. ¿Es lo mismo un abrazo virtual que uno de verdad? Pues eso.... Está muy bien que, de vez en cuando, alguien nos lo recuerde.
ResponderEliminarLástima de viaje perdido, ya me los imagino a Eloísa y a Manuel resignados, cogidos de la mano y poniendo en Google "paris la nuit". ¡Qué fin de semana tan romántico 😅
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