Supongo que también vosotros habéis otoñado y sois de colores imposibles de describir. Estoy segura de que brilláis y que es inevitable que, allá por donde vais, la gente se resista a contemplaros. Los árboles perennes envidian a los de hoja caduca su capacidad para ser otros antes de desaparecer en el invierno, y piensan en ello mientras son los únicos testigos de su presencia callada en el bosque blanco y frío.
Pero lo que nos diferencia de los árboles es que nosotros otoñamos para renovarnos en invierno. Nos replegamos en casa para leer, reflexionar, ver películas, charlar y hacernos querer. ¿No es eso lo que hacen los árboles caducos en la soledad del frío?: crecer por dentro.
Y, una vez más, nos gustaría leer las historias de vuestro otoño, antes de que el viento se las lleve.
Nos leemos.
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