El cataclismo debió suceder por la noche y Sofía Mendizábal ni se enteró. Siempre ha dormido como un tronco y, a sus sesenta y uno ni un diluvio universal le quitaría el sueño. Seguro que navegaría en su cama de Noé como pasajera marmota.
Como decía, debió suceder por la noche pues por la mañana, como de costumbre, al despertarse, Sofía se puso las zapatillas y fue al cuarto de baño. Al encender la luz casi se mea del susto. El espejo le hizo percatarse del suceso.Quiso pensar, en un primer momento, que esa visión era producto de algún resquicio de la ensoñación nocturna y se ocupó de hacer lo que había ido a hacer antes de mojarse los pantalones del pijama. Al volver a ponerse frente al espejo con la esperanza de encontrarse a sí misma, volvió a reencontrarse con la vieja de antes.Las mismas rayas de cuaderno de una raya en la frente, las mismas patas de gallo, el mismo código de barras en unos labios que ayer no le hacían falta dibujar una permanente sonrisa para estirar los surcos.
El cataclismo de esa noche había afectado, también, a su geografía más apreciada. Monte Perdido a su derecha y la Maladeta a su izquierda (el alto Pirineo) eran un auténtico alud, perdiendo toda su altura y empezando a mirar hacia Etiopía. Más hacia el sur, había avanzado el Sahara. Apenas se apreciaba un pequeño oasis con pocas palmeras y un pozo que no conservaría por mucho tiempo ni la humedad.
Solo un cataclismo o, tal vez un tornado, pudo hacer correr tanto el tiempo. Ayer, los ojos de Sofía rebosantes del divino tesoro y hoy, es otra posibilidad, el tesoro puede andar en manos de unas jóvenes bucaneras sin pata de palo ni parche en el ojo.
¿Imaginas despertar y que la Tierra hubiera cambiado tanto su geografía que nos costara reconocerla? No sé si es una pesadilla o motivo de la curiosidad más inquieta. En cualquier caso, ¡eso es dormir profundamente! En fin, habrá que seguir sonriendo para que desaparezcan los surcos. Un placer leer tu bonita historia, Carmen. Gracias por compartirla.
ResponderEliminarGracias por tu comentario Rosa.¡Que los surcos de nuestros labios siŕvan para drenar el agua-sal!¡Que sea la risa el arado de la piel de nuestros ojos!Una respuesta un tanto...¿poética?.Bueno, me ha salido así.
EliminarMuy bueno, Carmen. Mejor que Sofía descuelgue el espejo y empiece a hacer turismo para conocer esa nueva geografía ;)
ResponderEliminar¡Qué pena no habérseme ocurrido tu certero comentario como final optimista,adaptativo y de aceptación!¿puedo plagiártelo?.Bueno,primero le preguntaré a Sofía si quiere cambiar el talante de su personaje.
EliminarNo tengo más remedio q felicitar tan acertada descripción de ese cataclismo inevitable.Alavar unas metáforas brillantes y celebrar el humor que encierra todo el conjunto. Pero Carmen como parte afectada por ese cataclismo rechazo de pleno el derrotismo de aceptarlo y sugiero que sustituyamos lo que el viento se llevó por lo que el tiempo nos dejó. Experiencia y inteligencia, amiga mía.
ResponderEliminarTe equivocas Gema,es Sofía Mendizabal la afectada que a mí me quedan muchos vientos por soplar.Le haré ver a Sofía de tu parte el lado iluminado del cataclismo a ver si le ayuda a salir del lado oscuro.
EliminarCuanto desconcierto se descuelga de tu relato. ¿Qué hace Sofía, dormir, morir o tal vez soñar? parafraseando a Shakespeare, jejeje
ResponderEliminarCarpe Diem... Un alma alegre, cálida, luchadora, siempre se escapa por las arrugas, cicatrices, calva... que deja la Vida.
ResponderEliminarBs
Carpe Diem... Un alma alegre, cálida, luchadora, siempre se escapa por las arrugas, cicatrices, calva... que deja la Vida.
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