!Qué bonito es viajar!
Poder apreciar las cosas que, a veces, tan solo conocemos por los documentales de la T.V., pero claro, lo natural es mucho más atractivo que lo enlatado. Me encanta percibir los olores, la brisa y hasta quitarme las gotas de agua que me salpican al pasar bajo una cascada. Cuando eso sucede, me gusta ponerme mi chubasquero amarillo y disfrutar del sonido de las gotas golpeando en el plástico. Y qué decir con degustar nuevos sabores que llenan mis sentidos.
Los últimos años, disfruté bastante viajando en autobús con los compañeros de mi residencia. La gente quizás no lo aprecie, pero nuestro Madrid tiene muchos rincones apasionantes y preciosos repletos de historia. El observar a las gentes me produce diversión y curiosidad, en especial el ver cómo los humanos nos vamos mezclando, y empieza a ser habitual, el ver tanta diversidad de razas.
Lo que llevo peor, es cuando alguno de mis compis de autobús sacan sus sabrosos bocadillos y me quedo con las ganas de probarlos. !UHm, qué ricos, qué bien huelen!
Final de trayecto
Tienes toda la razón, Almudena: viajar es sentir. Vayas donde vayas, si te acompaña la curiosidad, sientes el viaje, te emocionas. Y lo del bocadillo, pues ya se sabe, el estómago a veces se convierte en nuestro peor enemigo. Un relato lleno de vida, como siempre. Un placer leerte, Almudena.
ResponderEliminar¡Qué bien sabes mirar y sentir Almudena! Un relato lleno de colorido. Un placer leerlo!
ResponderEliminarJa, Ja. Tienes razón. A veces tanta belleza sin bocadillo es como un viaje inacabado. Que sigas gozando de los viajes, aunque sean en tu mente.
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