Cuando era joven, o sea hace un suspiro, quise viajar y surcar océanos
en busca de las muchachas de los mares del sur por culpa de un tal
Emilio Salgary, del cual supe, posteriormente, que escribió aquellos
libros maravillosos de aventuras sobre lugares paradisíacos y mujeres
exóticas sin moverse de su casa en Italia. A cada país que llegaba con
mi barco ansiaba que apareciera la diosa de cabellos dorados y tez
morena que me atrapara , pero eso nunca ocurrió. Bueno sí, hubo una vez
que llegué a medio encontrar al ser de mis sueños, pero en realidad
quedé defraudado al comprobar que la mitad de su cuerpo era la cola de
un pescado. Cansado de tanto buscar por islas cocoteras, radas de aguas
azules y puertos de ron y música, volví al lugar de partida,
desilusionado. La ironía de la vida quiso que un domingo, mientras
rebuscaba por el rastro de Madrid, una imagen apareció junto a mi
cuando observaba un viejo espejo con molduras de bronce. No había duda,
era ella. Sin embargo, me quedé inmóvil: había pasado tanto tiempo, que
tuve miedo de encontrarla.
Blog para enfermos, familiares, voluntarios y miembros de AdEla. El jurado valorará la historia, contenido, imaginación y creatividad y NO tendrá en cuenta la puntuación, ortografía ni formato, pues sabe las dificultades de algunos de vosotros para escribir. También puedes comentar microrrelatos ajenos con respeto y crítica positiva. Lee los microrrelatos publicados para que te anime a empezar. ¡Suerte!
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Delicioso y sugerente tu relato, Antonio. Lo he disfrutado y he buscado un "sireno". Un beso.
ResponderEliminarInteresante relato, donde el deseo y el miedo se mezclan. Las escamas siempre han atascado los desagües.
ResponderEliminarUn abrazo