Los dos eran de Puerto Real y se conocieron en la feria de abril de 1954 con veinte años. La humilde familia de Marcos trabajaba en las salinas y la rica familia de Cintia era dueña de una bodega en Jerez.
Cuando Marcos fue a pedir la mano de Cintia a su padre; este se echó a reír.
– ‘Si mi hija te quiere a ti, tendrás que mantenerla tu’.-
Fueron tiempos duros… Antes de emigrar a Madrid se tatuaron su amor en el brazo; un corazón partido con el nombre de del otro.
En el año 1965 vivían en el barrio de Hortaleza, en un piso con dos habitaciones para tres lindas flores fruto del amor. Con mucho esfuerzo, salieron adelante gracias al sueldo de Marcos en el Ritz. Cintia bastante tenía con cuidar de los cinco retoños que tenían.
La jubilación se presentó en el horizonte como un sol que iluminaba los sueños de felicidad de ambos. –‘Nos iremos al Puerto de Santa María, a ver los atardeceres y las estrellas… cogidos de la mano, en la playa donde te vi la primera vez’- dijo Él.
Y así fue, solo que su memoria se fue marchitando con cada amanecer. Solo reconocía a Cintia alguna vez, como una estrella fugaz, cuando ella le daba un beso en cama y se le escapaba una lágrima seca.
Se quedaron dormidos cogidos de la mano; unidos por un corazón rojo traspasado por una flecha y el nombre de cada uno en el brazo del otro.