De repente empezó a oscurecer, las nubes, que habían empezado a hacer acto de presencia a primera hora de la mañana, comenzaron a cambiar su color: de blanco algodón a gris antracita, mostrándose oscuras y amenazantes.
Mi perro, a mi lado, plantados ambos en el ventanal de la terraza, comenzó a temblar. Los relámpagos cruzaban el cielo y los truenos retumbaban de tal manera que daban miedo, Seve desapareció de repente, probablemente fue a esconderse en algún sitio que él considerará seguro. La lluvia hizo acto de presencia, cada vez caía con más intensidad, el agua descendía a torrentes calle abajo, no se veía a nadie.
Al cabo de un rato, no sé cuánto tiempo, estaba absorta en mis pensamientos, pero, la luz empezó a aparecer, las nubes iban desapareciendo ¡aclaraba! ¡el sol empezaba a brillar! Esbocé una sonrisa, noté a Seve en contacto con mi pierna. Yo estaba ahí, no me había movido, la tromba pasó, y pensé como las tormentas de la vida, lo mejor hacerles frente y le dije a mi perro “en los momentos malos no hay que huir, hay que tener confianza en que pronto pasarán y de nuevo brillará el sol” ¡como ahora!
Me gusta tu relato, la positividad y confianza con que encara la vida su protagonista. Un placer seguir leyéndote.
ResponderEliminarMe alegran los micros con finales esperanzadores y positivos. Un abrazo
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