Llevaba más de una hora lloviendo a mares. Los
niños estaban metidos en casa y ya se empezaban a poner intranquilos de verse
encerrados sin hacer sus correrías. Menos mal que, a uno de ellos, se le ocurrió
hacer un barco de papel y le puso a navegar desde el escalón de la entrada. La
corriente le trasladó rápido. Todos se animaron y se pusieron a construir
pequeños barcos hasta que se formó una mini-flota. Les pusieron banderas
pintadas de colorines e hicieron regatas.
Lo curioso fue que las naves se
fueron llenando de hormigas: la más fuerte hacía de capitán y oficiales. ¡Qué
bien formadas, con qué rapidez se movían!...!Uf!. De repente algo raro pasa: las
hormigas se van transformando en diminutos hombres, e incluso entiendo lo que
hablan y cantan.
¡Qué calorazo siento en la cara!
Ha salido el sol y cesó la lluvia; me había quedado dormida, arrullada por el
repiquete de las gotas del agua en los cristales.
Miré el reloj.¡Caramba! cuánto
ha durado la lluvia y pienso en mi abuela. “Abril aguas mil”. Tenía refranes
para todas las ocasiones. Escucho a mis nietos reir y hablar .La voz de Josete,
¡Abuela, abuelaaa”, abucheaba. ¡Sal fuera y mira qué extraño! ¡Por la bajada del
jardín, entre las plantas hay barcos de papel con banderas.
felicidades paa la autora, un beso
ResponderEliminarToda una flota en miniatura a disposición de los niños y... la mayor. Me lo imagino lleno de colores. Muy bonito tu cuento, Almudena. Un beso,
ResponderEliminarPreciosa historia, muy imaginativa y llena de colores. Enhorabuena, Almudena.
ResponderEliminar¡Qué despliegue de imaginación, Almudena! La próxima vez que llueva, miraré por la ventana.
ResponderEliminarFantástico relato lleno de una gran ternura y sensibilidad. Bienvenida a nuestro club y espero que nos sigas escribiendo.
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