Un día tras otro sacaba temas de conversación más bien anodinos. Esas conversaciones que no interesan pero entretienen y sus clientes lo agradecían manteniendo la cabeza hacia atrás, mientras ella les lavaba el pelo.
Sus dedos bailaban bajo el chorro de agua al compás de sus palabras, antes de lanzarse a frotar a fondo. Deseaba cambiar el escenario de esa danza de manos y sería todo su cuerpo el que bailaría con el agua.
Hoy llueve torrencialmente, corre por la calle pero se para en la puerta de la peluquería a mirar la fotografía de un velero que navega con la corriente que anega la acera. La rescata, la seca y la guarda con cuidado. Entra sumergida en una mirada de agua, y sin una palabra que decir. El silencio la inunda, sus dedos se detienen en el interior de alguna melena. Cierra el grifo, enseña la foto todavía húmeda, se quita el delantal y se embarca para siempre en esa imagen que trajo la lluvia.
Tus palabras sí que no son anodinas. Me ha encantado. Nos sumerges en el relato tan bien... Los silencios son muy necesarios a veces. Un beso
ResponderEliminarBonita manera de comenzar una nueva vida. Una decisión valiente a tiempo es un triunfo vital. Un relato genial.
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