Al fondo de la calle y en el horizonte se dibuja un arco iris espectacular y un telón de nubarrones negros que no presagian nada bueno.
El sonido de las contraventanas de madera al cerrarse, apresura el paso de los pocos habitantes del poblado que van desapareciendo del barrizal.
Un perro esquelético se enfrenta a una aulaga enorme, que intenta tragárselo, su ladrido es muy agudo.
Cuesta despegar las botas del lodo, las espuelas no tintinean, echa a andar hacia donde está su destino, enmarcado por los siete colores y abierto de piernas.
Mientras camina piensa en su mujer y en sus hijas que ha dejado en el rancho, preocupadas, pues les ha dicho que no sabe si volverá.
Al pasar delante del Saloon, un sonido de puertas batientes le hace volverse con el revólver en la mano temiendo el ataque de algún despechado, no, un borracho que al verle se mete dentro.
Cada vez está más cerca, aprecia sus pistoleras caídas, su pantalón vaquero ajustado y abultado por debajo del cinturón.
Los rizos esconden su mirada y su cara, una cerilla entre sus labios.
Se planta delante, le quita el mixto con la mano y le besa apasionadamente.
El giro final es buenísimo, Epífisis, muy agudo y genial. Era tensión sexual, no de otro tipo, jajaja. Me alegro de que sea así, mancha mucho menos y, oye, quién sabe, igual es una relación intensa y larga. Un placer leerte, Alejandro.
ResponderEliminarGracias Rosa, te gusta confundir, te refieres a la sangre verdad.... El Far West estaba lleno de tópicos machistas. El placer es mío.
EliminarUn relato-sorpresa, me encanta. Estoy totalmente de acuerdo con el comentario de Rosa.
ResponderEliminarPor otra parte también sorprendida porque pensaba que eras chica, Alejandro.
Un relato sorpresa y un relatista chico. Chico no, que mido 1,82 y peso 110 kg.
ResponderEliminarCarmen, es un piropo, debe de ser que tengo un poco de sensibilidad.
Un beso.
Y en la pantalla aparecieron las dos míticas palabras, "The End", que fueron pasando del blanco y negro al arco iris. Por una vez, el vaquero no caminaba solo por la arena e, incluso, sus andares se suavizaron.
ResponderEliminarUn gustazo leer tu relato, Alejandro.
Gracias Alicia, ya estamos en el siglo XXI.
EliminarUn beso.
Sorprendente tu relato con cadencia de Ennio Morricone y un amoroso final de humo.
ResponderEliminarMe ha encantado!
Muchas gracias Amaragua. Bonito nombre.
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