En primer lugar debo pedir disculpas por el retraso en la publicación, pero es que he estado muy ocupada. Os cuento. El otro día, después de las lluvias de marzo encontré, en un charco de mi pueblo, a una rana contenta porque había abandonado la teoría aristotélica de que el alma es el principio del conocimiento racional y había adoptado la platoniana según la cual, todos los vivientes poseen alma, pues es el principio de vida, no solo de la razón. ¿Os lo podéis creer? Como yo no podía dar crédito a semejante cosa ni consentir tal teoría, nos enzarzamos en una densa discusión sobre metafísica, fenomenología y neokantismo, hasta acabar revoloteando por el posthumanismo, por supuesto sin conseguir acuerdo ni consenso.
Ahora estoy en casa. He venido a arreglarme un poco, no vaya a ser que se me escape un beso y se convierta en príncipe. No está la cosa para desperdiciar un buen partido.
Ya os contaré.
Mientras, nos leemos.
Reír, sorprenderse, reconocer una invitación a imaginar o intentar al menos tanta fantasía como muestra y sugiere este relatillo. ¡Es como romper una lanza en favor de las ranas tan vituperadas últimamente. Gracias
ResponderEliminarLos animales nunca dejarán de sorprendernos y nuestra estupidez, tampoco, jeje.
ResponderEliminarEs difícil encontrar ya a alguien con quien debatir temas de calado y mucho menos filosóficos. Tuviste una inmensa suerte con tu rana. Creo que con esa conversación es imposible que tu beso lo convirtiera en príncipe, son demasiado frívolos e intrascendentes e incluso cosas peores. Más bien se trataría de alguien profundo y reflexivo con el que no te aburrirías
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