Su risa no era como cuando te toca la lotería, no.
La nieve producía en ella una risa de día previo a la llegada de una hija que ha estado un año estudiando en América.
No la risa eufórica del abrazo en el aeropuerto, no, la del día de antes. O sea, como cuando ves a un oso polar a 30 metros de distancia y te fascinas por tu suerte pero al mismo tiempo quieres que pase pronto de largo.
No hablo de alegría, no. Juliana era alegre, sí, pero la risa que le producía la nieve… ¿cómo os lo diría?…sonaba a la del tío Gilito cuando contaba todos sus dineros y se sentía el más rico de todos los ricos.
Juliana emitía con su risa un vaho que empañaba los cristales y daban ganas de dibujar corazones.
No era su cautivadora sonrisa, no, que también la tenía, con sus treinta y seis impolutos y perfectamente alineados dientes.
¿Cómo explicarlo? .Su risa era una ola nocturna, fresca, con sabor a espeto y baño de luna llena que te hipnotizaba, te alcanzaba, te arrastraba y te convertía en un vaivén de marejadilla.
Recuerdo (y hace un siglo) nuestras risas de 12 años y río embobándome en el ensueño con la mañana y con la nieve. Me río del oso polar, de la lotería que nunca toca, de la hija que no está en América, del tío Gilito que no ha salido de los tebeos. Río y con el vaho nostálgico de aquellas risas dibujo corazones en el cristal.
Qié bonita forma de describir esa risa especial de Juliana y me ha encantado la idea de dibujar corazones con su vaho.
ResponderEliminarMuy gráfica esa forma de diferenciar la risa del día de antes con la del aeropuerto
La Pandemia, y son varias en realidad, nos ha traído soledades, fobias, máscaras. Dolor. Nos ha privado de sonrisas; a todas y a todos, lo ha hecho de alguna manera. A mi me privó de la última persona que, mientras tuvo memoria, seguía llamándome como de niño: Julianín.
ResponderEliminarPero el monstruo nos ha traído tantas otras cosas que merecen decir de ellas que son bellas, fantásticas, extraordinarias. Ya estaban, siempre han estado. Emergen colectivamente de vez en cuando aunque sean mortalmente heridas con demasiada frecuencia.
Pero ante todo, la mejor palabras que quiero expresar a Juliana Martinez, Carmen Cardeña, Antonio López de Lerma, Alicia del Caz López, Belén Molina, Antonio Nieto, a Rosa Molina (que suerte la mía la mañana en que me pidió permiso para publicar un microrrelato mío en la revista de AdELA), a vosotros y vosotras y a quienes olvido sin querer:
GRACIAS
Muy emotivo tu comentario, Julián. Lamento tu pérdida.Un abrazo.
EliminarMagnífica y evocadora oda a la risa, sobre todo a esa risa virgen y emocionante que ignora lo negativo de las cosas o, mejor aún, que ni siquiera las ve.
ResponderEliminarHay que reírse... con el tiempo ves que lo que parecía una catástrofe era simplemente la vida. Y que lo único que cura es la alegría...
ResponderEliminarBs y un fuerte abrazo para Julián.
Hay que reírse, claro que sí. La risa alivia los nudos y el dolor y te pone unas gafas para ver las cosas de una manera más amable, más divertida. Tienes mucha razón, Carmen, hay que reírse. Un abrazo.
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