Los
colegiales estaban encantados con Carla. Capaz de desentrañar los misterios de
la calefacción en invierno, o del aire acondicionado en verano, los animaba a
participar en las tareas. Sintiéndose importantes, después de cada gesta
crecían un palmo.
La maestra les dijo que los osos polares eran parecidos a
ellos. Nadie lo dudó y confiaron plenamente en lo que quería contarles. Les
dijo, despacio y con voz entrañable, la clase pareció suspenderse del vientre de
una nube rolliza, que el primer oso polar tenía cola. Y hambre. Para colmo,
Nanuk, así se llamaba el oso, no era especialmente hábil pescando por culpa de
su impaciencia.
Fue
el zorro quien le enseñó a emplear su cola como caña, pero con la advertencia,
dados los fríos del ártico, de que no debía entretenerse más de dos minutos con
ella dentro del agua.
Nanuk
ignoró al zorro y cuando sacó el rabito, gélido y con muchos peces atrapados
por quedarse mordiendo en él, se partió en mil pedazos. Desde entonces, aprendió
de la Naturaleza la necesidad de una prudente paciencia.
Hoy,
otra codicia deshiela los hogares de los osos polares que desfallecen y se
ahogan buscando alimento. Y por eso, concluyó la maestra, entre triste y
enrabietada, los osos polares se parecen a nosotros. ¿Qué pérdidas serán
necesarias para aprender?
Entre tierno, instructivo y triste tu relato hace reflexionar sobre la irresponsabilidad de la codicia desmedida, Julián. Es un placer leerte.
ResponderEliminarUna fábula brillante como la nieve Julian... Lo mismo digo. Y añado que como la Naturaleza es sabia sabrá deshacerse de los codiciosos...
ResponderEliminarMuy bonito relato.
ResponderEliminarpues si, necesiamos aprender de la perida y sobre todo apreciar todo lo que si tenemos para empezar a saborarlo y asi consumir mucho menos.
Una enseñanza valiosa, Julián. Ojalá todos los maestros, y padres, enseñaran así los temas más fundamentales de la vida. Gracias por tu relato.
ResponderEliminarCuando una clase escucha a su maestra de esa manera( "suspendida del vientre de una nube rolliza")no cabe duda de su buen hacer.Y así lo ilutras estupendamente con la historia de Nanuk y la moraleja.
ResponderEliminarMuy bonito y muy real. Afortunadamente, siempre habrá profes como Carla y, desgraciadamente, los codiciosos seguirán intentando hacerse con todos los recursos del planeta...
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