Su pelaje blanco refulgía bajo el sol inclemente del Ártico que, tiempo atrás había estado tan helado y tan blanco como la piel de Filomeno.
Con el deshielo ha aprendido a nadar, pero cientos de kilos en movimiento no pasan desapercibidos a las ágiles focas que huyen tan deprisa como crece el hambre de oso polar.
La semana pasada soñó con la gélida Filomena y al despertarse, solo se acordaba de un batiburrillo de viento, nieve, comida y viaje siguiendo una estela de frío, así que cruzó toda Europa malcomiendo y escondiéndose, hasta que llegó a la tierra donde estaba Filomena, donde su comida no solo no huía sino que se quedaba quieta, mirándole aterida de frío. Comía todo lo que se ponía al alcance de su hocico. Estaba tan alegre que no se dio cuenta de la nube roja cargada de arena desértica que se acercaba, para resaltar su brillante pelaje blanco en el paisaje verde y marrón en el que se perdió.
Muy imaginativo, Belén ¿Quién le iba a decir al pobre oso que el amor de Filomena sería tan fugaz? Si supieran los pobres bichos a quién echarle la culpa del cambio climático, nos iba a caer una buena...
ResponderEliminarSobrecogedor relato sobre el cambio climático. Como aquí alternamos las nubes rojas del Sáhara con las Filomenas, no nos damos cuenta de lo que afectan a las vidas de otras latitudes. Sin lugar a dudas, estamos en el Antropoceno, como no cambiemos, mal nos va a ir. Gracias por traerlo a la vista con este excelente relato, Belén.
ResponderEliminarGracias por vuestros comentarios. La verdad es que es preocupante como van de aceleradas las "sorpresas climatológicas". Un beso!
ResponderEliminarTremendo relato, con mucha carga de verdad, espero que todavia estemos a tiempo para que la realidad no lo supere.
ResponderEliminarEL caso es que pudo llenar su panza... luego ya veremos como arreglamos el resto de su vida... amorosa...jejeje
ResponderEliminarBs