Es el más grande, el que más empeño puso siempre en llegar a lo más alto para poder admirar el mundo desde arriba, en toda su extensión.
Hace tiempo, cuando su altura aún no sobrepasaba siquiera a las primeras ramas de los árboles más cercanos, se sentía fascinado ante todo lo que le rodeaba. Desde el lugar en el que se encontraba escuchaba el agua del río correr, el silbar del viento entre las hojas o todas las variedades de cantos por las mañanas. Al anochecer, los mochuelos se imponían con sus quejidos, dando un halo de misterio al lugar.
Le divertían las locas carreras de los conejos a su alrededor y disfrutaba con la tranquilidad de los corzos al comer en los arbustos. Mirara donde mirara, todo estaba lleno de vida y él se sentía orgulloso de formar parte de ello.
Sin embargo, desde que es el chopo más alto y sobresale sobre todos los demás, puede ver más allá de su pequeño espacio natural, protegido por escaso. Ahora, desde arriba, ve un mundo feo, de autopistas, humos y basuras, un mundo deforestado. Con añoranza, recuerda su etapa de letargo, cuando siendo aún semilla, soñaba con un planeta verde al despertar.
Ahora, es el más alto del lugar… Y el más triste.
Pues no debería sentirse triste, sino necesario. Dentro de poco adoraremos a los árboles, ya verás, y nos viene muy bien que nos recuerdes que vamos por mal camino. Un placer leerte, Alicia.
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