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martes, 7 de mayo de 2019

02. El señor roble. Cristina García Lázaro

Compartimos un relato que Cristina García ha escrito a su padre, Rafael García, enfermo de ELA, fallecido el pasado 4 de abril. Os invitamos a leer y emocionaros con este bello homenaje, sentido e intenso, lleno de afecto y cariño.


"Les voy a contar una breve historia de un fuerte y valiente roble que luchó hasta el final y que nunca perdió su humor, su carácter y sus ganas de seguir viviendo. 
Había una vez un roble grande, fuerte y valiente, con dos grandes raíces sujetas al suelo y dos grandes ramas que abrazaban y daban sombra y cobijo al resto de árboles, arbustos y seres vivos, todos ellos eran su familia. Era un roble muy especial pues siempre ayudaba y pensaba en los demás antes que en él. Tenía una vida  muy humilde, intentando todos los días proteger y mantener a los que eran su familia  bajo su gran sombra y disfrutando todo lo que podía junto a ellos. 

Un día cuando mejor estaba en su vida para continuar disfrutando de sus seres queridos, después de una larga vida trabajando, se puso enfermo.  No sabían que le pasaba pues se había debilitado mucho y había perdido fuerza. El roble al principio sacó su fuerza que le caracterizaba y lucho contra viento y marea, pero pronto se daría cuenta de que estaba sentenciado ya que no podría hacer mucho más de lo que hacía, así que comenzó una contrarreloj junto a su familia que siempre le apoyaban y le ayudaban en el camino de su enfermedad.
Unos días el roble se veía con más fuerza pero otros veía como se iba apagando. Pronto empezó a sentir debilidad para poder absorber el alimento que día a día necesitaba para sus raíces, tronco y ramas, no tardó en tener que buscar otra vía por la que suministrarse su alimento. A pesar de ello el roble continuaba fuerte y luchando por conseguir algún camino de salida, pero no se terminaba de recuperar de alguna recaída cuando venía otra, lo siguiente que le pasó fue que perdió fuerza en sus grandes ramas y vio como poco a poco dejó de poder sostener al resto de árboles ya que sus ramas se debilitaban y caían dejando de poder dar sombra, necesitó la ayuda del resto de árboles para poder continuar haciendo sus funciones. Había días que se enfadaba y sacudía sus grandes ramas como podía al ver con impotencia que no podía hacer ya muchas cosas de las que antes hacía, lo que le llevaba poco a poco a la resignación y a la adaptación de las  nuevas situaciones, pensaba;  “todavía me queda mis dos grandes raíces enraizadas en el suelo”, pero iba a ser por poco tiempo ya que entraba en otra fase en la que empezarían a debilitarse sus grandes raíces y necesitaría de otro sustento para sujetarse y no caer. Como siempre entre todos le ayudaron para poder sostenerse y para que el roble se sintiera más confortable. 

Con el paso del tiempo los ánimos del roble, a pesar de todo el apoyo y cariño que tenía de los demás, fueron reduciéndose ante la imposibilidad de poder hacer nada y de encontrarse paralizado y cada vez peor. 

Todavía le quedaba lo peor pues llegó un momento en el que ya casi no podía respirar ya que al encontrarse tan débil todas sus ramas y raíces no podían hacer las funciones al 100% de coger la oxigenación, por lo que hubo que crear un invento para poder hacerle llegar el oxígeno de forma artificial, aunque era algo provisional pues también tenía una durabilidad limitada y llegaría un momento en que no podría aguantar.

El roble cansado ya de tanto luchar y de ver en su entorno el sufrimiento de los suyos optó por decidir que ya era hora de marchar no sin antes reivindicar por una vida libre y digna a decidir por uno  mismo sobre cómo abandonar la vida terrenal. Gracias a la ayuda, como siempre, de su familia y amigos consiguió que su historia  se difundiera por todos los vientos y aunque no consiguió ver hecho realidad su deseo de poder irse libremente cuando a él le hubiera gustado, sí pudo agradecer a todos la ayuda que le habían estado dando durante esos años y pudo despedirse de todos sus seres queridos. 

Tras mucha meditación y mucho coraje, fuerza y valentía el roble decidió dejar de sufrir y una mañana de primavera soleada lo dispuso todo y rodeado de sus seres queridos se dejó ir en paz, con esa entereza y templanza que le caracterizaban haciendo un último acto de voluntad que fue dejar su hermoso y robusto tronco en manos de los más sabios para que pudieran aprovecharlo de la mejor manera posible para ayudar a otros.

Así es como el señor roble se marchó dejando su espacio terrenal con una huella inolvidable marcada por sus grandes raíces y enseñando que la vida hay que vivirla, hay que disfrutarla día a día y agradecerla por todo".

En memoria de Rafael García Fernández, enfermo de ELA, que luchó hasta el final como un gran roble. 02/11/1950 al  †04/04/2019.DEP.   Autora: Cristina García Lázaro (hija de Rafael) TQM



4 comentarios:

  1. Gracias, Cristina, por compartir tu relato con nosotros. Gracias por darnos a conocer a tu padre, ese roble sabio y fuerte. Un abrazo muy fuerte.

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  2. Bonito homenaje, Cristina.
    Como tú, yo tengo otro roble fuerte con el mismo veneno en su savia.
    Un abrazo y mucho ánimo

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