Cada luna nueva, el Guadalquivir se eriza como un felino,
los lobos se esconden espantados, los jabalíes
rozan el aire con sus lomos de lija y los ojos del lince brillan en la maleza.
Dice mi abuelo que en estas noches, tenebrosas como quejido de lechuza, las
almas en pena recorren las quebradas, se enganchan en las ramas de los árboles
y sueltan alaridos estridentes. Por eso las bestias duermen inquietas y los
niños tenemos sueños de escalofrío. Entonces mi abuelo nos lleva a la charca de
mi pueblo. En sus negras aguas titila el universo. Allí nos damos un baño de
estrellas y espantamos nuestro miedo a los espíritus alborotadores. Luego
cogemos luciérnagas, estrellas del bosque, y las soltamos para que se enreden en las
ramas de un olivo. Entonces mi abuelo compara esas constelaciones errantes, vivas,
con las del universo, y nos admira ver que son idénticas, como ese
carro, con su cola detrás, y esa de más allá, nos señala, que es la Estrella Polar
y que debemos recordar porque de ella cuelga esta parte del planeta.
Blog para enfermos, familiares, voluntarios y miembros de AdEla. El jurado valorará la historia, contenido, imaginación y creatividad y NO tendrá en cuenta la puntuación, ortografía ni formato, pues sabe las dificultades de algunos de vosotros para escribir. También puedes comentar microrrelatos ajenos con respeto y crítica positiva. Lee los microrrelatos publicados para que te anime a empezar. ¡Suerte!
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Es fundamental esa conexión de los tiempos: un abuelo, su nieta o su nieto. Y el mundo, digamos mejor la Naturaleza, presente. ¡Que siempre haya abuelas, que siempre haya nietas y nietos¡ Que vivan los árboles con sus sombras e historias. Y esas charcas, y las estrellas. Y relatos como el tuyo Rosa. Gracias.
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