Encontró la foto con otras en su portátil, en la carpeta que ponía Campillo.
Fechada en septiembre de 2003, en ella aparece una atractiva mujer con vaqueros, de unos cuarenta y seis años; pelo corto rubio, sonriente, con gafas de sol, sentada y con una mano apoyada en la cara. Foto de contrastes: una sonrisa blanca como la luna, su tez y de fondo unas rosas rojas difuminadas.
Los recuerdos fueron un zarpazo en el estómago; la noche que se encontraron en Garamond, donde ella le dio su teléfono y le enseñó una cicatriz en un pecho.
La noche de teatro en la Cuarta pared viendo Las Manos, las copas por Lavapiés, su casa, su cama de uno cincuenta donde descubrieron cada centímetro de la piel del otro.
Los karaokes de Pasión Vega y algún club nocturno con dos rombos.
La última vez que hicieron el amor… después de ir a ver a La Fura dels Baus, en una puesta en escena escandalosa.
Una discusión se llevó por delante a los dos... Ha pasado una década desde aquel día.
Aún sigue buscando por Lavapiés su recuerdo y dejando poesías en el mar con su nombre, dentro de una botella.
Estupendo retrato de un amor que se perdió por una discusión. Así somos de tontos los humanos: dejamos perder lo importante y luego nos pasamos el tiempo tratando de recuperarlo con fantasías inútiles. Enhorabuena, Pilar
ResponderEliminarBuen retrato de un pasado que no puede volver, y como dice Antonio, deja al protagonista enganchado con sus fantasías. Un beso
ResponderEliminarGracias a los dos por vuestros comentarios... Supongo que los personajes habrán aprendido de sus errores.
ResponderEliminarO tal vez no..?
Bs y abrazo