Cuando decretaron el confinamiento en Adajbamsed nadie imaginó lo que iba suceder meses después.
Aislados; llorando sus recuerdos, miedos e incertidumbres en esa soledad impuesta; el tiempo pasaba por las ventanas observando como se descubrían unos a otros.
Pronto sintieron la necesidad de construir puentes que ofrecieran una salida, una ilusión entre ellos.
La obra no era fácil, había que hacer coincidir cada extremo del puente con el de la persona elegida. Los pilares eran distintos en cada puente. Las expectativas con que se cimentaban no solían coincidir. Incluso hubo bastantes puentes colgantes, sujetos de distintas formas en el vacío.
Cuando abandonaron su pasado, descubrieron una Adajbamsed nueva. La ciudad olía a verde; a todos los verdes posibles. El horizonte se veía lleno de azul, las nubes llenas de blanco.
Al encontrarse, pudieron ver sus arrugas, sus canas, sus ojos a punto de desbordar un mar de ilusiones... Y sintieron la necesidad de tocarse con sus dedos suave y delicadamente; como quien bebe por primera vez de un manantial.
Una vez llenos los ojos del otro, entrelazando sus manos, descubrieron que sus caminos de ida habían desaparecido y que juntos tendrían que comenzar uno nuevo.
Me ha gustado mucho tu relato, lleno de esperanza. Un beso.
ResponderEliminarGracias Amaragua ... la esperanza lleva muy lejos... casi igual que el amor...
ResponderEliminarBs
Qué bueno sería que acabara así el confinamiento. Me ha gustado ;)
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