Nos mandaron construir otro
barracón que resultó ser una peluquería. El primero en entrar era el director
del campo. Corte de pelo, patillas, afeitado y loción. Al terminar alisaba su
uniforme mirándose en el espejo, satisfecho. Luego iba el médico, el jefe de
vigilancia y el resto de mandos. Nosotros, pegados a la ventana, devorábamos en
silencio su saludable aspecto. Un día agarraron al pobre Vasili de la solapa,
¿el camarada desea afeitarse?, y ordenaron raparle la cabeza y la barba, con
sus risas de fondo. Cuando el peluquero acabó, Vasili se miró en el espejo,
intentando recordarse, reconocer al otro, acercándose, alejándose, de un lado,
de otro, tocando sus exagerados pómulos, las zanjas bajo sus ojos. Nosotros,
desde fuera, con una lástima feroz, vigilábamos la calidad de su equilibrio. De
repente rompió a reír y salió, triunfal, ¡estos estúpidos alemanes querían
hacerme creer que el desgraciado del espejo soy yo!, exclamó y nosotros reímos,
aliviados, aspirando ruidosamente su delicioso perfume.
Blog para enfermos, familiares, voluntarios y miembros de AdEla. El jurado valorará la historia, contenido, imaginación y creatividad y NO tendrá en cuenta la puntuación, ortografía ni formato, pues sabe las dificultades de algunos de vosotros para escribir. También puedes comentar microrrelatos ajenos con respeto y crítica positiva. Lee los microrrelatos publicados para que te anime a empezar. ¡Suerte!
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Muy bonito, Rosa. Seguro que esa actitud es la mejor defensa en condiciones extremas. Me ha gustado mucho
ResponderEliminarHe recordado la película La vida es bella...y te doy las gracias por eso también,
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