(microrrelato del mes de septiembre)
Corrían tiempos renacentistas y Florencia era la capital de
la cultura bajo los Medicis. En una ocasión, fui invitado asistir a una sesión,
como observador del por entonces Ayuntamiento de la capital de la Toscana, en
el que se debatirían una subida de impuestos.
Era muy extraño en aquel periodo ver cómo, en un mundo de
hombres, había una mujer callada vestida con ropas sobrias y mirada enigmática
en la sala. La sesión estuvo cargada de tensión y la ley sobre impuestos de
carruajes, sugerida por la enigmática mujer, fue aceptada por tan solo un voto.
Yo que no perdía detalle de todo lo que allí acontecía, pude ver, entusiasmado,
como la cara de aquella mujer cambió de repente ofreciendo una singular
sonrisa, mezcla de triunfo, venganza y sarcasmo…, que jamás había contemplado, y
que quedó grabada en mi mente. Me
dijeron que se llamaba Lisa y era esposa de Francesco del Giocondo.
Tan pronto llegué al taller, empecé a dibujar su rostro y su
sonrisa tal y como la recordaba, pero me era imposible plasmarlos exactamente.
Durante meses retoqué las líneas de su cara hasta que, quizás más por
casualidad del destino que por mi destreza, unos trazos abrieron su enigmático rostro
y apareció la sonrisa de Lisa.
Leonardo d.V.
Bonito testimonio de un gran artista, de una sonrisa, de un encuentro, de un gran cuadro, Almudena. No deja de sorprenderme tu imaginación, y ya estoy esperando con ganas tu próximo relato. Gracias por estar ahí. Un abrazo.
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