Hacía tiempo que mis noches se habían convertido en vigilantes inquietudes y mis sueños en agitados miedos. Oyendo el respirador a mi lado, miraba su cara con un haz de luz apacible, tierna y condescendiente. Vi al mismo hombre de siempre, por primera vez desde que la enfermedad había hecho estragos en su cuerpo, no me dejé arrastrar por pensamientos nocivos, ni rencores hilvanados. Recordé todas esas cartas suyas, que guardaba en ese cajón vedado para el recuerdo, ese que no quería abrir, donde el polvo y el amor se habían hecho inquilinos y cómplices. La hostilidad de dejarme llevar por las lágrimas me había mantenido alejada de esos recuerdos durante los últimos años. Sin embargo, aquella noche, bajé silenciosa, abrí ese cajón y saqué aquella caja. Me senté en su sillón, con el aroma de su cuerpo vistiendo mis hombros. Las lágrimas empezaron a caer por mis mejillas, con el sabor dulce de su presencia. La madrugada me encontró con una sonrisa y con un deseo íntimo de abrazarle. Oí sus pasos arrastrándose por el pasillo. Me miró extrañado, desde el umbral de la puerta. Dejé la caja nuevamente en su cajón y acercándome a él, deslice mis dedos hacia su boca.
Blog para enfermos, familiares, voluntarios y miembros de AdEla. El jurado valorará la historia, contenido, imaginación y creatividad y NO tendrá en cuenta la puntuación, ortografía ni formato, pues sabe las dificultades de algunos de vosotros para escribir. También puedes comentar microrrelatos ajenos con respeto y crítica positiva. Lee los microrrelatos publicados para que te anime a empezar. ¡Suerte!
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Gracias por recordarnos que la vida está llena de pequeñas cosas que nos sirven para tejer el pasado y el presente, que nos hacen revivir emociones latentes, que nos recuerdan que seguimos siendo capaces de amar. Gracias por compartir con nosotros tus vivencias.
ResponderEliminarPreciosa historia de amor y recuerdos...
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