Cuando tenía 11 años quise
hornear una palabra nueva para que Paco se enamorara de mí. Como enmudecía
siempre que me acercaba a él, decidí escribirle una poesía de amor, luego doblé
el papel hasta formar una cajita, deposité un beso, puse su nombre en la tapa y
la sellé con cinta adhesiva. A la mañana siguiente, en el recreo, oculté la
cajita en la maleza del patio donde él solía cazar insectos. Escondida entre
los castaños le vi agacharse, cerrar el puño y, luego, coger mi regalo. A la
salida de clase se me acercó y me la devolvió sonriendo. Emocionada, pensé que
quería compartir conmigo la palabra nueva, así que me la acerqué al oído pero,
al abrirla, un enorme bicho saltó a mi cara y me caí de culo. “Es una esfinge
colibrí”, exclamó riendo, orgulloso, mientras me ayudaba a levantarme del
suelo. Maravillada, miré a la mariposa volar como una palabra alegre, batir sus
alas tan rápido que ni se veían y estirar su trompita para libar un ramillete
de nomeolvides.
Blog para enfermos, familiares, voluntarios y miembros de AdEla. El jurado valorará la historia, contenido, imaginación y creatividad y NO tendrá en cuenta la puntuación, ortografía ni formato, pues sabe las dificultades de algunos de vosotros para escribir. También puedes comentar microrrelatos ajenos con respeto y crítica positiva. Lee los microrrelatos publicados para que te anime a empezar. ¡Suerte!
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Rosa me encanta tu relato casi MÁGICO abrazos Josep
ResponderEliminarOhhhh qué bonitooooooo... Es un relato de noseolvida.
ResponderEliminarBS
Gracias Rosa, tu relato me ha llenado de esa magia donde lo cotidiano se hace extraordinario y la sencillez de la visión de la infancia consigue que la vida se llene de simbolismo y sea una aventura.
ResponderEliminarQue buen micro, Rosa. No cabe duda que dentro de tu cabeza existen miles de palabras que pueden convertirse en seres, cosas o lo que decidas.. Un fuerte abrazo.
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