La conocí en la fiesta hippy de Helena. Ella con sus gafas de John Lennon y vestida de colores llamó mi atención desde el minuto cero.
Sonaba la canción de los Rolling ‘I Can’t Get No’ cuando la llevé de la mano a una butaca al fondo de la sala. Sonreí; ella se sentó encima de mí… pasaron sesenta segundos hasta que sus labios encontraron mi boca, yo no podía dejar de mirar sus ojos negros.
Era la chica más dulce que se puede imaginar. Le encantaba andar por el campo; siempre me sorprendía con un beso y un ramito de flores.
Congeniamos tan bien, que al año decidimos casarnos. El día de la boda, mientras buscaba las arras encontré una caja de madera redonda con agujeros. Al abrirla, estaba llena de mariquitas corriendo en todas direcciones. La saqué al jardín y ninguna alzó el vuelo.
En esa estaba, cuando me llamó Olga preguntando por las arras. – Está todo controlado- dije. Y al comentarle el hallazgo; me dijo que eran suyas.
-Quédate tranquila, que no se quieren ir de tu lado.- Dije.
Ella me respondió - No hay problema; les arranqué las alas.-
Salí volando de allí sin mirar atrás.
Jajajaja, hiciste muy bien, Rafa, sin lugar a dudas. Si ese es su método para que te quedes a su lado, mejor poner tierra de por medio. Divertido y aleccionador micro. Gracias por este rato tan divertido.
ResponderEliminarBueno realmente salí dando a los pedales... que mi bici no hace cosas raras...jijiji
ResponderEliminarGracias Rosa
Muy buen final, Santa. Digno de una película de walt Disney. Un abrazo
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