Ella se quedó en casa dando de mamar a su bebé, él bajaba las escaleras
con esa imagen, mientras pensaba qué maravillosa era la caja torácica
que amenizaba el momento de la comida de su hija con la bella percusión
del corazón, esa idea le llevó al recuerdo de los abrazos, esternón con
esternón; así ensimismado en recuerdos de amistad, amor y complicidad
llegó al mercado y enfrente de él una asadura de cordero colgaba de un
gancho en la casquería y se preguntó cómo esas vísceras cuando estaban
dentro de la caja podían producir tanto amor.
Cosas de la vida se dijo; y con la compra terminada regresa a casa con el interior de su caja saltando de alegría por el inminente reencuentro.
Cosas de la vida se dijo; y con la compra terminada regresa a casa con el interior de su caja saltando de alegría por el inminente reencuentro.
Yo soy más bien vegetariano... Las flores, el ruido de un manantial, el viento moviendo las hojas...las olas del mar y el canto de ese Herrerillo me provocan amor también...
ResponderEliminarPues tienes razón, Antonio: la caja torácica es la más importante de todas las cajas, pues en ella se encierra nuestro motor. Hay que cosas que sabes pero no piensas nunca sobre ellas, y esta es una. Así que te agradezco tu emotivo microrrelato, me encanta que me despierten luces.
ResponderEliminarDesde luego este micro no te deja indiferente. Buena imajinación lo de la caja torácica, porque en realidad es la caja con más posibilidades que conozco. Un abrazo...
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