No entendía porque teníamos que haber discutido esa noche, justo antes de su gran viaje.
Por la mañana cuando me desperté ya se había ido, no podía dejar de darle vueltas. ¿Y si ya no me quería? ¿Y si todo se hubiese acabado? No lo pensé, me fui directa al aeropuerto mientras con el móvil lograba sacar un billete, con suerte podría encontrarle en Londres antes de que tomara el segundo avión.
Mi vuelo se retrasó, cuando aterricé en Heathrow su móvil daba señal de apagado. Miré su vuelo y ya había despegado. Cada vez estaba más nerviosa y decidí seguir. No podía creer que estaba volando a Japón, era la locura más grande de mi vida y había momentos que no sabía si reír o llorar. Después de más de 11 horas aterricé en Tokio. Le llamé y casi no me lo podía creer cuando contestó al teléfono. Cogí un taxi y fui a su hotel. Vi cómo se le llenaban los ojos de lágrimas.
- Lo siento, te quiero. ¿Quieres casarte conmigo?
- Si, claro
- ¿Nos vamos a Las Vegas y nos casamos?
Y nos fuimos a Las Vegas. Y nos Casamos. Y volvimos a Madrid.
Habíamos dado la vuelta al mundo.
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