Llega noviembre sigilosamente, escondido tras una densa
cortina de agua, intentando que el frío que viene detrás pase desapercibido. Y
llega con ese silencio sospechoso que preludia una cascada de acontecimientos
inevitables, como el que se produce
antes de un maremoto o, para poner un ejemplo más conocido, el que se palpa en una cena familiar, después de un comentario tan inadecuado como inoportuno, y que
detiene el entrechocar de los cubiertos, convierte el masticar en un nervioso
rumiar, y las miradas acechan las reacciones ajenas. Ese silencio, denso, casi
sólido, es el que queremos que agarres, moldees y nos cuentes. Como siempre,
apelamos a tu imaginación y buen hacer, y nos callamos para dejarte pensar....
en silencio.
Mientras, lee este silencio chino:
EL EMPERADOR DE CHINA
- MARCO DENEVI
Cuando
el emperador Wu Ti murió en su vasto lecho, en lo más profundo del palacio
imperial, nadie se dio cuenta. Todos estaban demasiado ocupados en obedecer sus
órdenes. El único que lo supo fue Wang Mang, el primer ministro, hombre
ambicioso que aspiraba al trono. No dijo nada y ocultó el cadáver. Transcurrió
un año de increíble prosperidad para el imperio. Hasta que, por fin, Wang Mang
mostró al pueblo el esqueleto pelado, del difunto emperador. ¿Veis? -dijo -
Durante un año un muerto se sentó en el trono. Y quien realmente gobernó fui
yo. Merezco ser el emperador.
El
pueblo, complacido, lo sentó en el trono y luego lo mató, para que fuese tan
perfecto como su predecesor y la prosperidad del imperio continuase.
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