Blog para enfermos, familiares, voluntarios y miembros de AdEla. El jurado valorará la historia, contenido, imaginación y creatividad y NO tendrá en cuenta la puntuación, ortografía ni formato, pues sabe las dificultades de algunos de vosotros para escribir. También puedes comentar microrrelatos ajenos con respeto y crítica positiva. Lee los microrrelatos publicados para que te anime a empezar. ¡Suerte!

viernes, 2 de octubre de 2015

Octubre: mes viajero

Este mes emprenderemos un viaje largo e intenso. Apretaos los cordones, meted en la mochila sólo lo imprescindible y preparaos para iniciar un periplo alrededor del mundo. Atravesaréis valles con bosques tan espesos que las hierbas no conozcan la luz del sol; montañas coronadas por enormes neveros que añoran un poco de calidez; países en los que el aroma a especias es tan intenso, que casi chorrea en el aire. El mundo es diverso, variado, único. Y vamos a conocerlo entero.

En esta ocasión os voy a escribir el cuento La muñeca de Kafka, escrito por Jordi Serra i Fabra, a quien supongo que conocéis. Es un poco largo pero merece la pena ser leído. Es una verdadera maravilla y, estoy segura, que lo valoraréis en su justa medida. Si tenéis niños cerca, invitadlos a leerlo. Veréis cómo se abren sus ojos ante esta maravillosa historia.

LA MUÑECA DE KAFKA
Aquella mañana del 2 de diciembre de 1923 Franz Kafka volvió a despertar con fuertes dolores de cabeza. Al pie de su cama, tratando de ocultar su preocupación, le observaba Dora. Desde hacía algún tiempo a Franz le costaba mucho conciliar el sueño y cuando por fin lo conseguía se levantaba con terribles jaquecas que le incapacitaban para sus obligaciones de escritor.
-Franz, creo que deberías salir al parque. Te vendrá bien tomar algo de aire fresco.
-No creo que mis pulmones atacados por la tuberculosis se merezcan ese aire fresco del que hablas, pero por ti y por este dolor de cabeza que me atormenta bien merece la pena intentarlo… -Convencido, se levantó de la cama limpiándose la boca con su pañuelo carmesí.
Ya en el Tier Garten, le asaltó una de sus frecuentes lúgubres visiones. Podía verse a sí mismo tumbado en un ataúd. A su lado, Dora lloraba desconsoladamente mientras veía cómo el cuerpo de su amado se descomponía. Su piel se iba difuminando y detrás comenzaba a aparecer un grosero monstruo de piel oscura… En ese momento los llantos de Dora en su imaginación se fusionaron con los de una preciosa niña que apareció a sus pies.
-¿Qué te ocurre pequeña? -Le preguntó conteniendo un nuevo acceso de tos.
Corriendo se acercaba la madre de la niña. Ésta se disculpó y le explicó que su hija había perdido su muñeca, un regalo que su padre le dio el mismo día que les abandonó para ir a luchar en la Gran Guerra. Su marido había fallecido un año después en las trincheras de Rusia, dejando a aquella muñeca como el único recuerdo que le quedaba a Erika de su padre.
Tras escuchar la historia, Franz sintió una gran compasión por la niña y su madre. Conmovido, supo de inmediato lo que debía hacer.
-Supongo que tú eres Erika, ¿verdad? -gritó Franz para hacerse oír por encima del llanto de la niña, que sólo en ese momento fue consciente de la presencia de aquel hombre.
-Sí…-balbuceó mientras dirigía una mirada interrogante a su madre. ¿Quién es usted?
-Espera… mejor me aseguro, no sea que me vuelva a equivocar…-Erika contemplaba con ojos vidriosos y expectantes a aquel extraño que parecía conocerla-¿Cómo se llama tu muñeca, Erika?
-Matilda señor, se llama Matilda, ¿la ha visto usted?-La esperanza inundaba ya el rostro de la niña.
-¡Vaya! Pues resulta que traigo un mensaje importante de Matilda…
Franz le explicó a la niña que su muñeca había tenido que emprender un inesperado viaje y que sentía mucho no haber podido despedirse de ella. Además, Matilda le prometía que iba a escribirle una carta cada semana contándole sus aventuras.
Al terminar aquel encuentro fortuito, y sin que la niña se percatara, Franz pidió la dirección a la madre y se comprometió a escribirle semanalmente firmando con el nombre de Matilda.
Desde aquel día Dora quedó maravillada por la influencia que aquella niña tenía en el estado anímico de Franz. A pesar de los persistentes dolores y problemas de insomnio que le atormentaban, siempre conseguía sacar fuerzas para redactar sus cartas. Entre Franz y la niña había nacido un fuerte vínculo que le ayudaba a luchar contra su enfermedad. Erika se había convertido así en la hija que nunca tuvo.
Muchas de las cartas eran cuentos infantiles con alguna moraleja impactante, otras eran sencillos relatos con pasajes autobiográficos de la vida de Kafka narrados por Matilda. Sólo durante dos semanas no pudo cumplir con su promesa: la primera fue la semana de Navidad en la que Franz sufrió una fuerte pulmonía y tuvo que volver a Praga. La segunda fue la última semana de marzo, cuando la tuberculosis le afectó a la laringe.
Cuando leas esto Franz ya estará conmigo y no podrá volver a llevarte mis cartas. Por eso te pido Erika que no te preocupes, estaremos bien juntos jugando todo el día. A los dos nos gustaría que fueras feliz y nos recordaras con alegría en lugar de con aquellas lágrimas que tenías cuando Franz te conoció.
Siempre tuya,
Matilda
Praga, 3 de junio de 1924


1 comentario:

  1. Precioso cuento, tierno y hermoso; lleno de generosidad que revierte en uno mismo.
    Sigue eligiendo estas historias que nos inspiran.

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