Estaba viendo cuadros con unos amigos en un museo. Me quedé mirando un cuadro maravilloso de puntillismo. Era de unas casitas nevadas, como de cuento, y de repente, me puede meter en el cuadro y convertirme en una campesina que aparecía en el cuadro.
Llevaba traje típico de campesina (como de lagarterana) y una cesta de mimbre llena de todo tipo de frutas. Iba vendiendo las frutas por las casas. Llamé a una puerta y, al abrirme, me preguntaron si alguna de mis frutas era venenosa. Me asusté mucho ante aquella pregunta. El señor, ante mi cara de asombro, me contó que tenía un loro que estaba muy enfermo al que le encantaba la fruta. Y no le quería hacer sufrir en sus últimos días. Entonces le dije que conocía unas raíces de una fruta que era muy venenosa…
De pronto se oyó una voz que decía:”Gloria nosotros nos vamos a la otra sala”. Y yo volví a la realidad. Y me di cuenta que toda la historia había sido producto de mi imaginación.
Hola, Gloria,
ResponderEliminarMe alegro mucho que te decidieras a escribirnos este mes,y además, en esta ocasión, la primera. Gracias por tu esfuerzo y tu imaginación en tu relato. Un fuerte abrazo
Me gusta como recreas una bonita historia que se mueve entre la realidad y la fantasía. El atrapamiento que produce el cuadro y la conexión a la realidad por tus amigas. Un abrazo
ResponderEliminarGloria, le doy la razón a Valentina el salto entre realidad y fantasía te ha quedado muy logrado. La realidad es a veces confusa, pero hay que aprovechar la brecha con una buena imaginación, y a ti te sobra. Un abrazo
ResponderEliminarRefrescante paisaje nevado para este verano Gloria...
ResponderEliminarLo de las frutas envenenadas es de la madrasta de Blancanieves..? Buen método para eliminar... jijiji
Bs