No sabía porqué conducía solo por la M-30. Suponía que iba en familia como todos los domingos; pero era jueves. Solo quería hacer algo que no recordaba. Quizás huir de las taladradoras.
Dejó el coche aparcado junto al lago. Sacó su mochila y caminó alejándose de las maquinas que trabajaban sin parar. Parecía imposible que Alan encontrase la paz. Incluso llegaban los gritos de la gente subida a locos mecanismos de atracciones.
Desde lo alto divisó el contraste de la hierba, convertida en triste paja descolorida, con el verde de los pinos, encinas, robles y algún fresno centenario que sobrevivió a las llamas de la soledad; como Alan.
Sentado en un merendero perdido del bosque, sacó papel y bolígrafo; causando gran expectación entre los gorriones y mirlos. El canto de un jilguero animaba a despertar al azul de mayo entre las nubes.
Un viento frío arrastraba un cartel sucio de una candidata a gobernar esta ciudad en carne viva. La lluvia, mas hermosa que nunca, inundó todo de gris y borró las maquinas, los gritos, el dolor.
El espíritu amable de Lorca estalló en el silencio y conectó la memoria de Alan con verbos, sustantivos y adjetivos.
Con la Paz.
Qué bien, Rafa, qué bonita historia. También la naturaleza utiliza palabras, como nosotros, como Lorca, y viceversa, ¿no te pasa que, leyendo algunos párrafos, escuchas truenos? Pues eso. Viceversa. Genial, Rafa.
ResponderEliminarLlevo más de un año con obras del Canal cambiando tuberías en el barrio…
EliminarY algunos vecinos los findes aprovechan el silencio para sus obras…
Un fucking disaster
Un abrazo y bs