“Bienvenido al Instituto de Memoria Sensorial”. Cuando vio el anuncio en las pantallas holográficas distribuidas por toda la ciudad le pareció muy sugerente. “Reviva sus recuerdos y comparta con esas personas que ya no están momentos de auténtica realidad. No notará la diferencia y podrá sentir, oír y oler”.
Ángeles se vio seducida a probar. ¿Por qué no?, se dijo. El mundo había perdido muchas cosas buenas y auténticas al paso del arrollador progreso pero era imparable y mejor sería aprovecharse de lo ventajoso que pudiera ofrecer.
Le hicieron pasar a una sala después de una breve entrevista que giró en torno a su biografía y sus preferencias. Aunque esto no era necesario realmente porque todos sus datos estaban almacenados en el sistema global. Nerviosa, pero expectante, siguió las indicaciones. Se acomodó en un sillón y como si la hubieran anestesiado se abandonó a la experiencia.
Lo que pasó después fue una suerte de sensaciones increíbles. Pudo ver, tocar, oler, oír... y mucho más. ¿Quién era aquel ser celestial que la elevó al quinto cielo? ¿De qué rincón recóndito de su memoria había salido?
– Perdone, ¿es usted Ángeles Reinart?, le increpó una señorita a la salida.
– Sí, soy yo, respondió Ángeles sumida aún en una nube.
– Es que ha habido un error y el sistema ha borrado sus datos y ha utilizado los de otra persona. ¡Lo sentimos muchísimo!
¡Vaya, el sistema también pierde la memoria!, pensó Ángeles. En este caso había salido ganando. Echaba de menos a Víctor y era su recuerdo el que quería revivir pero, pobrecillo, ¡él nunca le hizo nada parecido!
Uhm... Interesante instituto Sensorial. De momento mi memoria mantiene muchos recuerdos...
ResponderEliminarMe ha encantado tu relato futurista con su puntito de humor. Un placer leerte!
ResponderEliminarCreo que a mí también me sale anónimo. Soy Belén
Muy bueno, Gema. No se si Ángeles volverá a repetir en el instituto de memoria sensorial, confiando en que se repita el error, o preferirá no arriesgar y quedarse con ese nuevo recuerdo, jeje
ResponderEliminarQué bueno, Gema, si la experiencia es buena, ¡qué más da que el recuerdo sea tuya o no! lo importante es sentirlo. ¡Cuánta imaginación! Es un relato estupendo.
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