Ocupábamos un espacio tan grande que no veíamos los confines. Todos estábamos engalanados, quien no lucía un trabajadísimo tocado, bailaba haciendo piruetas, saltos y quiebros imposibles. Era el baile de primavera y aún tenían que llegar más invitados.
De pronto, nos quedamos quietos, boquiabiertos ante la entrada inquietante de los recién llegados. Su andar elegante y la mirada salvaje nos paralizaron. Solo les observábamos y en el momento en que uno de ellos se lanzó a la carrera hacia nosotros, volvimos a demostrar nuestra maestría en el ritmo desenfrenado. Todas las primaveras, los ciervos bailamos con lobos.
Y esta primavera los ciervos volverán a bailar con los lobos, sólo los humanos hemos parado, la naturaleza se está poniendo bonita como siempre (más, si cabe) y, cuando salgamos, la disfrutaremos más que nunca. Me ha gustado mucho tu relato, Belén
ResponderEliminarBelén, no sé si eres conscientes de lo que consigues con la última frase: otorgas el sentido y las imágenes a tu relato y, sobre todo, te invita a la relectura con las cosas en su sitio: los ciervos pastando nerviosos, los lobos llevando a cabo su estrategia. Genial, Belén. De verdad que la técnica es impecable.
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