Pobrecillo, mi perro está desubicado con esto de quedarnos en casa todo el día. Me mira y me pregunta con sus ojos negros y redondos: ¿Qué pasa? Yo se lo explico, con frases cortas, pero el sigue mirándome fijamente y de vez en cuando tuerce su cabeza poniendo una expresión de sorpresa e incredulidad.
También me pregunta con su expresión corporal, el por qué lo baño ahora cada dos por tres, cuando antes lo tenía medio abandonado. He notado un cambio en su actitud: antes no veía la televisión y ahora no se pierde ningún telediario; estoy seguro que esto del covid19 le tiene preocupado. Se pasaba el día siguiéndome a todos los lados haciendo el papel de sombra. Por ello hemos comenzado a practicar el baile de salón: bachata, tango…Está claro que esto último le encanta, porque le he visto esta mañana echándose un cha-cha-chá, con un gato al que antes perseguía por el jardín.
Le pasa a tu perro y nos pasa a todos: estamos raros. Pero es en estas situaciones cuando hay que dar la talla, con tranquilidad y paciencia y habiendo libros sin leer ¿quién dijo miedo?
ResponderEliminarUn abrazo, Antonio y dale otro a tu perrito.
Me gusta tu relato, Antonio. A ver si este encierro nos enseña a bailar más y mejor con los que tenemos al lado (incluido tu perro, claro) ;)
ResponderEliminarSegún se ve en tu relato, Kino se ha adaptado perfectamente a la nueva situación. Un beso Antonio.
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