Después de observar la luz, fotografió la
imagen que llevaba tiempo buscando en su cabeza; el otoño.
Siguió los consejos de su padre.
- Antes de nada, siente lo que vayas a fotografiar. El objetivo de la cámara será tu ojo, aprende a ver lo que no se ve.
- Antes de nada, siente lo que vayas a fotografiar. El objetivo de la cámara será tu ojo, aprende a ver lo que no se ve.
Caminó hasta que el otoño se le quedó pegado a
las suelas.
Cada color de las hojas era un recuerdo.
Algunos tan dulces que casi los podía saborear; como una nube rosa... Otros se
clavaban y cortaban su piel tan profundo; que dejaban al descubierto los huesos
ya cicatrizados.
-El precio de vivir al día. – Decía su
padre.
Hierba con el brillo del rocío, un poco de
tierra vacía; encima unas hojas de arce rojas, unas de plátano blancas,
amarillas de haya, ramitas secas y trocitos de cascabullos de encina. Sonrió al
ver la foto.
Los ojos del primer amor. Las cenizas junto
al árbol que plantaron. Su infancia: unas manos que lo sujetaban de caer, otras
que le dormían con caricias. Su piel dentro de otra piel. Amores imposibles y
las habitaciones de los hijos vacías.
En casa; volverá a leer la carta y a ver fotografías
de su padre.
Un cariñoso legado, Rafa y una mejor lección de vida. Precioso, de verdad.
ResponderEliminarHay frases preciosas en tu relato, las habitaciones vacías, el otoño pegado a las suelas, la piel dentro de otra piel... Qué bien puestas están! ;)
ResponderEliminarEs todo inventado menos las fotos... desde que me apunté a un curso de fotografía miro todo de otra forma... jejeje
ResponderEliminarGracias
Alicia , esa parte es quizás la más cercana a la realidad... voy mucho con mi perro a la Casa de Campo a pasear, fotografiar y meditar... ya puestos
Me ha gustado mucho tu otoño pegado a los zapatos. Un beso.
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