Este año he coincidido en el Camino de Santiago con un tipo peculiar. No era muy hablador pero su compañía era agradable, así que caminamos juntos desde Larrasoana que está a pocos kilómetros de Roncesvalles, hasta la catedral jacobea.
Andaba a saltitos, sin llegar a apoyar los pies. Calzaba unos zapatos desgastados y sus pies parecían pertenecer a personas distintas, incluso por el color de sus calcetines. Uno era rojo sangre y el otro verde trigo. Decía que los pasos dados con un pie eran para expiar un asunto familiar inconfesable y los dados con el otro le servían para conservar la esperanza en la naturaleza humana.
Muy entrañable tu personaje.
ResponderEliminarHabrá que cuidar ese calcetín verde, no se vaya a perder.
¡Qué buena compañía, Belén! Yo he decidido usar mi nariz como brújula, a ver si dejo de perderme.... Besos grandes.
ResponderEliminarPues si se hizo el camino de Santiago dando saltitos, ya tuvo mérito!!
ResponderEliminarBuen, micro...
Gracias! Me encanta haber vuelto a escribir aquí, con el permiso de mi neurona, por supuesto.
ResponderEliminarUn beso,