Al 95 cumpleaños del marqués
asisten más parientes que nunca. Buitres enjoyados planean a su alrededor,
mientras hienas trajeadas exponen sus excelsas opiniones sobre la prima de
riesgo. Quien no tiene un hijo campeón de golf lo es de hípica y los
chismorreos sobre bodorrios o ruinas
provocan divertidos estallidos de risas.
Como abogado de la familia y
único conocedor de la ruinosa herencia del anciano y de las descomunales deudas
e hipotecas que cimentan sus elegantes vidas, me entretengo observándolos. Me
maravilla su capacidad de parchear unas deudas con otras sin que se exteriorice
el más mínimo desgaste ni preocupación, sin que nadie pueda adivinar que sus
ridículas riquezas caben en un calcetín roto y tan rojo como los números de sus
cuentas corrientes. Por un momento me los imagino viviendo de un vulgar sueldo,
hacinados en un cochambroso Seat, intentando entender cómo funciona una escoba.
Aprovecho un estallido de risas y me uno a ellos con una sonora y auténtica
carcajada.
Jaja, yo también me uno a las risas. Qué calladito se lo tenía el marqués...
ResponderEliminarToda una vida de apariencias estupendamente resumida. Un placer leerte, como siempre, amiga.
ResponderEliminarEl hábito no hace al monje.. Seguro que con 95 años y sin un euro, se lo pasó de padre y muy señor mío, el condenado marqués. ja ja
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