Los
cuentos vagabundos.
Ana María Matute.
"Pocas
cosas existen tan cargadas de magia como las palabras de un cuento. Ese
cuento breve, lleno de sugerencias, dueño de un extraño poder que arrebata y
pone alas hacia mundos donde no existen ni el suelo ni el cielo. Los cuentos
representan uno de los aspectos más inolvidables e intensos de la primera
infancia. Todos los niños del mundo han escuchado cuentos. Ese cuento que no
debe escribirse y lleva de voz en voz paisajes y figuras, movidos más por la
imaginación del oyente que por la palabra del narrador.
He llegado a creer que solamente existen media
docena de cuentos. Pero los cuentos son viajeros impenitentes. Las alas de
los cuentos van más allá y más rápido de lo que lógicamente pueda creerse.
Son los pueblos, las aldeas, los que reciben a los cuentos. Por la noche,
suavemente, y en invierno. Son como el viento que se filtra, gimiendo, por
las rendijas de las puertas. Que se cuela, hasta los huesos, con un
estremecimiento sutil y hondo. Hay, incluso, ciertos cuentos que casi obligan
a abrigarse más, a arrebujarse junto al fuego, con las manos escondidas y los
ojos cerrados.
Los pueblos, digo, los reciben de noche. Desde hace
miles de años que llegan a través de las montañas, y duermen en las casas, en
los rincones del granero, en el fuego. De paso, como peregrinos. Por eso son
los viejos, desvelados y nostálgicos, quienes los cuentan.
El cuento es astuto. Se filtra en el vino, en las
lenguas de las viejas, en las historias de los santos. Se vuelve melodía
torpe en la garganta de un caminante que bebe en la taberna y toca la
bandurria. Se esconde en los cruces de los caminos, en los cementerios, en la
oscuridad de los pajares. El cuento se va, pero deja sus huellas. Y aun las
arrastra por el camino, como van ladrando los perros tras los carros,
carretera adelante.
El cuento llega y se marcha por la noche, llevándose
debajo de las alas la rara zozobra de los niños. A escondidas, pegándose al frío
y a las cunetas, va huyendo. A veces pícaro, o inocente, o cruel. O alegre, o
triste. Siempre, robando una nostalgia, con su viejo corazón de vagabundo".
Fuente: Ciudad Seva
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miércoles, 27 de enero de 2016
Un poco de sabiduría
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