Dos de febrero
(A mi hija Naiara)
FELICIDAD
Bonito día de invierno, el
campo calma su vida arropado por un precioso manto blanco. El cielo azul
brillante iluminado por el sol, lanza sus destellos por doquier, hay pajarillos
valientes que acurrucados en sus nidos reciben esos rayos de vida. Qué
felicidad el poder disfrutar esta estampa con las botas enterradas en el manto.
Lanzo una profunda inhalación y siento cómo una ráfaga de aire fresco recorre
mi interior limpiando hasta los rincones más recónditos de mi alma.
Todas las sensaciones
anteriores de paz felicidad, bienestar, amor... me arroyaron un dos de febrero
en una sala de hospital, pero multiplicadas por infinito.
Tras varias horas de espera,
hacia mí venía una cama con mi mujer radiante de felicidad y entre su brazo y
su cuerpo traía acurrucado un pedacito de cielo. Por fin, mi niña, la veo abrir
sus ojos oscuros como inspeccionando el mundo hasta que enganchan con los míos
descargando un rayo desde mi nuca a los talones. Con miedo y cuidado he logrado
coger su diminuta mano de terciopelo, bueno es ella la que se agarró mi dedo.
Mientras abuelos y tíos me desenganchan, reclamando su tiempo, yo, me expando
por el universo henchido de felicidad y logro obviar todo excepto esa cama mi
mujer y mi niña. Ramillete de rosas prendidas en mi corazón.
Difícil explicar mejor un sentimiento tan bello como el amor por tu recién nacida hija. En hora buena y sigue escribiendo estos
ResponderEliminarfantásticos micros.
Gracias Antonio. Esto ocurrió hace 27 años.
ResponderEliminarPocas cosas emocionan tanto como el nacimiento de un hijo. También te lo digo por experiencia. Una persona más en el mundo y, encima, la has hecho tú. Increíble. Te agradezco que vuelvas a hacerme revivir esas emociones, tan gratas siempre, sobre todo a través de tus bellas palabras. Un abrazo, Ángel.
ResponderEliminar¡Cuánta ternura, Ángel! Una delicia tu relato.
ResponderEliminarUn beso,
Belén
Muchas gracias Belen
EliminarUna belleza de relato, precioso.
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