Debo estar un poco pirada, me encanta emocionarme con nuevas experiencias, la última es más de lo que pensaba.
Me he apuntado para ir en una caravana con cuatro camellos, cinco guías y cuatro amigos para recorrernos una parte del Sahara. ¡Jesús, nunca había visto tanta tierra abrasadora! Las dunas, algunas con buena altura, se hunden los pies, que no te achicharras pues vamos muy bien equipados. El cansancio es agotador, creo llegaremos a los 50 grados, y nos quejamos de Madrid, ja, ja. Por fin llega la noche empieza a correr aire, algunas veces hasta fresco y conseguimos descansar.
Antes de que empiece a calentar el sol ya nos hemos tomado un té, y seguimos la marcha, ahora subida en un camello. Al principio no me acoplaba pero enseguida cerré los ojos y en el balanceo pensé estaba bailando un vals, y al abrirlos vi, a lo lejos, unas palmeras con una tienda. Aligeramos el paso y, qué alegría, españoles conocidos, contentos de la experiencia. Pienso volver el próximo año, mejor en marzo, seguro que no estarán tan calientes las temperaturas y disfrutaré más de la belleza del amanecer, de la alegría de encontrar un oasis y del cariño con el que te reciben los beduinos. Se levantó el aire que venía con el polvo del desierto, y aunque era calentito, era aire, Shalom, y escupí serrín.
Un relato confortable, a pesar del calor, Almudena.
ResponderEliminarun beso,
Belén
Muy divertido y amable. Un beso
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