Carlos es rarito. Así
opina Margot, su jefa de sección quien, sin embargo, no entiende por qué a
veces le mira con ojos brillantes. Seguramente Carlos tiene razón cuando repite
que el corazón tiene razones que la Razón no entiende. Orlando también cree que
es extraño su compañero. No porque no tenga ningún tatuaje. Él los tiene en los
antebrazos. Como los tienen los mellizos de Ingeniería o la becaria que trabaja
con ellos y muestra una especie de flor en el dorso de una mano. Incluso Margot
luce un signo, escogido al azar y cuyo significado desconoce. Algunos días
apenas se distingue porque sus cabellos lo cubren pero otros, cuando los recoge
en un moño muy sensual, resplandece como el estandarte de uno de los bandos de
Juego de Tronos. Por eso sí es rarito Carlos. ¡No ve la serie más famosa de la
televisión! ¿Cómo es posible que no le guste?
En realidad, a Carlos
ni le gusta ni le dejan de gustar esas películas. Él sigue las hazañas de El
capitán Trueno; de hecho, cuando Margot llegó al puesto la llamó Sigrid, entre
torpe y azorado. Se lo dijo con ojos de trovador y ella, aunque le pareció raro,
desde entonces le mira con ojos brillantes aunque no sabe por qué.
¡Sí que es rarito Carlos! A nosotros, los que tenemos unos años, nos alimentó la imaginación los tebeos, los comics, el cine... La tele era una caja de noticias y poco más. Los programas infantiles nos pillaban jugando en la calle, ¿verdad? Ahora, quien no está al día de series, es marciano. Genial tu relato, Julián. Es un placer tenerte por aquí.
ResponderEliminarMe gustó tu relato, Julián. Muy chulo. Además, me siento identificada, yo también soy una de esas raritas que nunca ha visto Juego de tronos. (Y seguiré, no sea que me enganche, que debe tener algo adictivo) ;)
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