A los dragones nos gusta escupir
fuego. Antes, salíamos todas las noches a achicharrar bosques. Recorríamos
Siberia entera rebozándonos en el humo,
deleitándonos con el olor a quemado. Hasta que, una noche, un águila se
me acercó volando y, muy enojada, me soltó un picotazo en un ojo; días después,
una banda de buitres. Como se volvió peligroso lo de los bosques, decidimos ir
al mar. Echar fuego en el mar también es divertido: el agua se calienta y salen
burbujitas. Al principio, los peces huían despavoridos pero, ahora, hasta las
ballenas y los delfines se juntan y nos agradecen la sauna, revoloteando como
sardinas mientras ríen y charlan felices.
Pero, antes del amanecer,
debemos estar en la torre del castillo. Dice la reina que es peligroso que nos
vean los aldeanos, que nos teman los soldados. Y allí permanecemos tranquilos
todo el día, protegidos del sol, esperando a que llegue la noche y los niños nos
sueñen.
Me gustan tus dragones, Rosa, más que un juego de tronos es un juego de sueños, donde la imaginación libre de los niños pintan dragones no tan fieros, jeje. Un placer leerte, como siempre
ResponderEliminarEso es, Valentina, es un juego de sueños, el juego de tronos viene cuando se deja de soñar ;)
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