QUERIDA AMIGA
Hay momentos en la vida en los que ves el mar con ojos de primera vez; de repente es más inmenso, más impresionante, más seductor. Y, atraída, hundes tus plantas en la solitaria arena, caminando hacia el agua, donde las olas, ya apenas sin fuerza, van calando el bajo de tus perneras arremangadas y te arrebatan, al recuperar el vigor con su resaca, una parte del suelo que pisas. En esos momentos, sientes que está puesto ahí para ti, que te llama con su rugido, que no es suficiente con mojar los pies y, sin importar el otoño ni el orbayu intermitente, necesitas sumergirte entera, sentir sobre toda tu piel su roce, flotar sobre sus olas o ponerte delante de ellas y caer con su golpe, notar que te arrastran, dejarte llevar… Y conseguir así, parar el mundo, nadie más, nada más, sólo tú.
Porque hay mares en la vida que es mejor no dejar pasar, aunque mientras te encuentres bajo su espuma, no seas consciente de que afuera ha empezado a llover. Por eso, querida amiga, agradezco el lujo de tenerte al salir, de pie, paciente sobre la arena, protegiendo mi ropa con la tuya y pingando…, pero con esa sonrisa.
Hay momentos en la vida en el que te sumerges en un texto y te dejas mecer, como si del mar se tratara y eso, precisamenre, es lo que he sentido con tu carta. Un placer leerte, Alicia. Espero verte más por aquí. Un abrazo.
ResponderEliminarHay un momento que tus ojos redescubren lugares comunes... y dejan de ser comunes.
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