Querido Juanito:
Esto de tener que escribirte cartas cada vez que quiero saber de ti y en los tiempos que corren, me parece del paleolítico y no me convence que tengas 80 años; o sea, uno más que yo.
Me gustaría contarte algo extraordinario, notable o interesante de mi vida aquí en nuestro pueblo pero, lo único que altera nuestra cotidianidad es la trompeta de Jacinto cuando aparece cada quince días con su furgoneta llena de productos de la ciudad y nos encontramos los cuatro gatos que aún quedamos aquí.
A veces me pregunto si soy feliz. La verdad es que desde que María se fue por causa de esa maldita gripe hace cinco años, he estado muy de bajón, pero ahora que el dolor de su ausencia, con el transcurso del tiempo ha disminuido, he comenzado a sentirme como si viviera en la abundancia total; no porque tenga de todo, sino porque no necesito ya casi de nada.
Quizás, cuando Jacinto me vende ese queso de cabra tan maravilloso asturiano que tanto me gusta y me pongo en el patio de mi casa con una tapita de ese manjar y un vaso de vino del que hace nuestro amigo Tiburcio, y observo nuestro monte con sus colores, su luz y respiro su aire, entonces me respondo que esto debe ser la felicidad. Espero que me entiendas.
Un fuerte abrazo
PD. ¡Cómprate un ordenador de una vez y no seas anticuado!
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