Hace años que Rosalía me decía que se iba haciendo
mayor, hasta que un día cerró la frutería.
Ahora, después de mucho tiempo, he vuelto a coincidir
con ella en un centro de día de mayores, donde realizamos muchas y
variopintas actividades.
Allí estamos acompañadas de muchas amigas y
aprendemos manualidades para ejercitar los dedos, al tiempo que nos
entretenemos. Incluso poseemos un cuaderno de deberes, como cuando íbamos al
cole.
Mi amiga me dijo que la semana pasada, justo
cuando me ausenté unos días por estar un poco flojilla, celebraron en el
centro una fiesta de abuelos, a la que estuvieron invitados los hijos, nietos y
bisnietos. ¡Qué risa, cuando contaba que su nieto de seis años hizo de
camarero!” ¿Te apetece una empanadilla, un pincho de tortilla…, abuela?”, le
preguntaba con cierto desparpajo el pequeñajo, mientras hacía explotar un
globo.
Curiosamente, aquel ambiente, por un instante,
le recordó a las fiestas de verano de su pueblo. “¡Qué recuerdos del día
de San Juan con las hogueras y las sardinas a la brasa o la procesión de la
Virgen del Carmen cantando la salve marinera!”, exclamaba, gozosa, y que ahora
solo puede ver por televisión.
Rosalía sigue siendo una mujer muy activa llena de
ilusiones, y me alegra verla rodeada con tantos amigos y familia, pues
refuerza la dicha de hacerme mayor y seguir disfrutando de la vida.
La vitalidad y la felicidad son altamente contagiosas y me alegra ver que estás absolutamente "enferma" de ambas, Almudena. Sigue así, aunque no hace falta que te lo diga, porque de leerte mes a mes, veo que la sabiduría también es otra de tus "afecciones" y sabes aprender lo que te conviene para alimentar tu dicha. Un abrazo y disfruta del verano.
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