Hace como unos seis años conocí a Vicky, una enferma de ELA de tan solo 39 años. Recuerdo que me picaba la curiosidad en averiguar por qué aquella joven, que tan solo podía mover un par de dedos de su mano derecha, había solicitado un voluntario que la enseñara inglés, aun sabiendo que quizás no lo emplearía en su vida.
Lo comprendí a las primeras semanas: se había propuesto gozar de todo aquello que le proporcionaba placer cada día y el hablar en la lengua de Shakespeare era como un sueño que siempre quiso realizar. Más tarde nuestras clases se convirtieron en canciones de todos los tiempos, películas en versión original y, sobre todo, comenzó a escribir. En realidad no escribía por su incapacidad pero inventaba cuentos para niños que guardaba en su memoria hasta que me veía en mis visitas de los miércoles o los domingos y me los dictaba sin olvidarse un simple párrafo. Aquellos cuentos, juntos con las de otra heroína y amiga suya, Valentina, vieron la luz en un precioso libro para niños titulado: La gallipata, el pequeño glotón de libros y otros cuentos para soñar”.
En ocasiones cuando tengo algún problema o simplemente siento las defensas bajas, pienso en ella y en su actitud y todo lo negativo se relativiza en un instante.
Que razón tienes. La mente humana si no tiene referencia pierde la perspectiva y confunde el vaso con el mar. Gracias por tu relato. Un abrazo.
ResponderEliminar