Miraba a mi madre y sentía que era mi abuela en otro final de año, tal
cual: sentada al lado de la ventana, lanzaba su mirada hacia la lejanía,
más allá de los árboles y del cielo, como si fuera una caña y quisiera
pescar algo... o a alguien que, indudablemente, por lo que leía en un
gesto de tierna nostalgía, quería ser atrapada. Con esa mirada profunda,
laberíntica y certera, intuitiva; penetrante e incisiva, calaba hasta
las entrañas del mundo antes de ser mundo, como un cirujano disecciona
el cuerpo humano y reconoce lo que encuentra y lo que no. Luego habló
para sí, aunque sabiendo que yo la observaba, algo apenas audible pero
que vino como una oleada de aire fresco a mis pulmones y vivificó mi
alma: "Todo está bien, todo está en paz".
Y sentada a la ventana estaba yo en este final de año, recordando y musitando: "Todo está bien, estoy en paz conmigo y con el mundo"; y mi hija percibió lo mismo que sentimos todas a lo largo de tantas generaciones... No se puede describir el placer de vernos danzar en su mirada.
Y sentada a la ventana estaba yo en este final de año, recordando y musitando: "Todo está bien, estoy en paz conmigo y con el mundo"; y mi hija percibió lo mismo que sentimos todas a lo largo de tantas generaciones... No se puede describir el placer de vernos danzar en su mirada.
Gracias por deleitarnos con tu micro, que echábamos de menos.
ResponderEliminarMi suegra, Almudena, me dice que te de las gracias por los comentarios que , en ocasiones, haces de sus relatos. Así que muchas gracias de todos nosotros a una personita tan singular como eres tu.
No hay mejor sensación que sentir La Paz de manos de tu madre...
ResponderEliminarVa y Feliz 2017