Cae la tarde y el humano recoge los aperos de labranza y los acomoda en
el portaequipaje de su viejo ciclomotor, después de todo un día en
soledad con cabeza baja recogiendo las hierbas con las que dará alimento
a sus conejos, ya casi con los pensamientos agotados y la emoción
vacía, solo nota la tensión en sus lumbares; el silencio le envuelve y
se siente liviano, como si ascendiese y una luz blanca le da
tranquilidad.
Todo es quietud, aunque sabe que está en movimiento, abre los ojos y se encuentra ante una especie de seres desconocidos que le observan, mientras su desnudez le hace sentirse como un recién nacido, él sabe que echara de menos la vida en su Tierra.
Todo es quietud, aunque sabe que está en movimiento, abre los ojos y se encuentra ante una especie de seres desconocidos que le observan, mientras su desnudez le hace sentirse como un recién nacido, él sabe que echara de menos la vida en su Tierra.
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